Al amanecer, el cielo estaba un tanto nublado, lo que nos sorprendió un poco.Debido al cansancio, y a las pocas horas de sueño, nos costó bastante desperezarnos, pero era nuestro primer día en los campamentos y teníamos que cumplir con el programa, así que, después de recoger los bártulos, y desayunar un poco de café, y de pan con mantequilla y mermelada, que nos había preparado Sukeina y Asa, llegó el momento de coger nuestras cosas para distribuirnos en diferentes casas en las que, finalmente, íbamos a alojarnos, -ellos las llaman “Beits”-.
Apenas tuvimos tiempo de saludar a nuestras nuevas y hospitalarias familias, porque teníamos que ajustar nuestro tiempo al calendario de actividades que habíamos previsto, aunque aquel día se presentaron problemas de intendencia que nos impidieron cumplir el programa establecido, y nos obligaron a improvisar una serie de visitas dentro del “27 de febrero”; al Museo Nacional, al taller de alfombras de la cooperativa de mujeres, a las tiendas de artesanía…
Poco a poco, el día fue despejándose y el sol comenzó a lucir con fuerza. Al llegar el mediodía, el hambre hizo acto de presencia, y, mientras que unos fueron a buscar pan, el resto nos dispusimos a localizar un lugar a la sombra en donde comer. Entonces se nos acercó un muchacho, y nos ofreció el local del centro de jóvenes, ¡que hospitalidad! Allí, en una sala humilde pero agradable, protegidos del sol, disfrutamos de la comida. Después, mientras descansábamos un rato, los más valientes echaron un partido al voleibol con los jóvenes del centro. Y, antes de partir, mantuvimos una agradable entrevista con Chej, el director.
A continuación, visitamos el dispensario médico y
De vuelta al hogar, paramos en casa de Gira Bulaji para replantear con Dahan el programa del resto de la estancia. Cuando terminamos, el sol comenzaba a ocultarse tras el horizonte anunciando el final del día, y decidimos regresar con las familias que nos habían asignado.
1 comentario:
Todavía sigo pensando como empezar a contar esta experiencia inolvidable; no se decidirme por la cosa más importante que hemos visto u oído.
Oír como te dan las gracias por ir a conocerlos, sobreponer a todo lo que necesitan, que es mucho, que solo les importa que hablemos de ellos, que contemos su historia, su vida, que ten las gracias por llevar una camiseta de Sahara libre, o por hacerles una foto con gesto que viva el Frente Polisario…. Porque yo hace dos meses o poco más era ignorante sobre este tema y ahora después de vivirlo no entiendo porque no nos lo contaron en el colegio, parece que esa parte tan importante la han borrado, que de un solo plumazo se quisieron quitar a los Saharauis del medio.
Hemos pasado los días yendo de la vida a la muerte, de la muerte a la vida, y siempre el mismo mensaje, que lo gritemos al mundo, que les ayudemos.
Admiro su fuerza, su paciencia, y sobre todo su personalidad.
Yo tuve la suerte de hablar con una joven de 19 años, Fatimetu, profesora en la escuela de mujeres de Dajla, y profesora de alfabetización por las jaimas (por30 € ) que estaba orgullosa de poder enseñar a sus alumnas el Español porque explicaba que ellas deseaban hablar Español para poder decirle a la gente la situación en la que viven.
Me asombro su madurez su personalidad y su tenacidad, ella nos decía que vivir debajo del pie de otro país no merecía la pena y que prefieren luchar aun sabiendo que van a morir. Ella había conocido la vida en España, durante cuatro años, y sentía que debía de estar con su familia y luchar por su pueblo. Yo la pregunte si no había pensado alguna vez vivir bien como española argelina o marroquí, y ella completamente segura me contesto que de que la servia vivir bien si tiraba por los suelos todo lo que había luchado su pueblo y que vivir así significaría no tener personalidad y que no tenia sentido, “PREFIERO MORIR DE PIE QUE VIVIR SIEMPRE ARRODILLADO”
Fatimetu había estado en el muro, escuchando a los soldados como la decían que no perdiese su vida en un sitio tan inhóspito que con lo guapa con ellos iba a estar mucho mejor, todo esto rodeada de minas, pero no tiene miedo a morir.
También he tenido la suerte de conocer a Castro, ¡¡que hombre!!
Puro nervio, que fuerza, que ganas de luchar de ayudar. Mª José me dijo que este hombre hacia falta en España, que si con tan pocos medios ha luchado tanto por sacar adelante a estos niños, que podría dejar de hacer aquí. Y creo que es verdad que aquí hay poca gente con esa vitalidad y tantas ganas de hacer algo por los demás.
Es muy duro ver tanta pobreza, ver gente que depende de ayudas para sobrevivir, y es admirable ver una sonrisa, oír poquito a poco cuando llevan 33 años esperando, escuchar mil veces gracias por haber “perdido” nuestras vacaciones en ir a conocerlos, y sobre todo el cariño afecto y atención que te dedican cada minuto, sabiendo diferenciar el gobierno español, que tanto daño a echo, de la gente española.
Voy a terminar, aunque me queda la sensación de que no he escrito ni la mitad de lo que siento, creo que nunca se nos olvidara y que todos vamos a hablar de ello, porque aunque ha sido una semana que parece que hemos estado de vacaciones, por lo bien que nos han tratado, por lo bien que hemos comido, porque al ser tantos hemos pasado del llanto a la risa…. Se que ha hecho mella en nosotros, porque yo no me esperaba algunas reacciones y he visto que hasta la persona más “informal” ha escrito cuatro palabras en Internet que me dejaron atónita.
Solo me queda un deseo que es que podamos hacer algo, que con nuestro pequeño grano de arena consigamos hacer algo por este pueblo que vive en el exilio.
Que consigamos que la gente nos escuche y abra su corazón.
Yo ya llevo a los Saharauis en el mió.
¡¡¡¡¡¡¡¡SAHARA LIBRE!!!!!!!!!!
Míriam
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