viernes, 19 de septiembre de 2008

LUNES 24

La mayor parte habíamos conseguido dormir plácidamente y recuperarnos del cansancio acumulado, así que, por lo general, nos costó levantarnos bastante menos que el día anterior; aunque hubo quien pasó la noche en vela, en compañía de “Piticli”, un ratón hiperactivo que no paraba de dar vueltas por la habitación.



Habíamos quedado a las 9, para salir a las 9:15, pero, finalmente, lo hicimos cuando el conductor quiso, eso sí, en un autobús mucho más moderno que el de la noche de nuestra llegada. El programa volvía a funcionar y, tal y como estaba previsto, nos dirigimos a Rabuni.



Visitamos el Museo de la Guerra, y nos llamó la atención el hecho de que no había ni una sola arma saharaui, -todas fueron requisadas, en su mayoría, al ejército marroquí-, y de que algunas de esas armas tenían el sello “Made in Spain” o como decía Dahan, de la madre patria. Aún en nuestros días, España vende a Marruecos por un precio simbólico, armamento que podría ser usado contra los saharauis, totalmente indefensos.



Más tarde, llegamos al Hospital Nacional de Rabuni donde nos recibió Buregaa, su director, que respondió a las preguntas preparadas por la comisión y nos mostró parte de las instalaciones. Visitamos la sala de rayos, el laboratorio, y entramos en algunas consultas y unidades de hospitalización... Finalizada la visita, regresamos al 27 para comer con nuestras familias saharauis.



La tarde nos condujo a Mheila, -en hasannia “pequeña palmera”-, para visitar el huerto, granja avícola y el centro de víctimas de las minas anti personas.







La visita a la granja fue dirigida por el subdirector del proyecto, Yamal Ahamed Fal, y Dahan fue el encargado de mostrarnos el huerto antes de encaminarnos al Centro de Víctimas de minas anti persona “Mártir sheriff”, en donde fuimos recibidos por Daha Bul-lahri, subdirector del centro. Una visita bastante dura, sobre todo si tenemos en cuenta que, esa misma mañana, habíamos tenido la oportunidad de ver las armas con las que aquella gente había sido tan salvajemente mutilada.



Al regresar, Melisa se sintió indispuesta, era el primer, aunque leve, contratiempo sanitario en nuestro viaje.



Ya en el 27, aprovechamos un “taxi-phone”, que estaba abierto, para realizar las primeras llamadas a casa y, después, nos dirigimos a la jaima de Gira, para mantener una pequeña reunión, y cantarle a Gabriel el “cumpleaños feliz”.



Cuando llegamos a nuestras casas, pensaron que ya habíamos cenado y no tenían nada preparado, pero todo se solucionó rápidamente.



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